letras escritas, habladas, escuchadas, en papel, en dos lenguas… Hasta que estas se convirtieron en mi profesión, o yo las convertí a ellas: una licenciatura y un doctorado en Filología Hispánica, compaginados con varias colaboraciones como correctora de libros, de tesis, de artículos, de revistas…
Con los años, he constatado que mi labor de correctora va mucho más allá de la mera revisión. En realidad, me dedico a escuchar, a comprender y a asesorar. Un trabajo que no se reduce a leer, revisar y corregir. Para mí, por profesión o por deformación, es primordial respetar el tempo que cada autor da a cada uno de sus textos, porque es parte de su personalidad, porque hay que permitir que las letras, las palabras, los párrafos respiren… a su ritmo.